20 de marzo de 2017

Albores

Una luz rota, pinzón herido, cruza la estancia,
como una sonrisa transeúnte,
calándonos de sal y dicha.

Sobre la mesa palideciendo cae el tiempo desde tus manos,
y la piel comienza a inventar los minutos venideros.
La media voz de mis labios contrasta con la presteza
que dimana del lago fiero de tus pupilas.
Los claveles de un abril obsequiado nos delatan
con su aroma incandescente.
La liturgia complementa al deseo.
Arterias para un latido que nos va allegando
a la orilla florecida de las ansias,
y el fuego, amansado, navega en al agua feraz del gozo.

 Instantes que como un lienzo laureado
se han perpetuado
en el hilo febril de dos memorias.
©Trini Reina/Agosto 2009
Obra de Edvard Munch

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