25 de abril de 2017

Instantes I

El poeta escribe de tristezas, pero nunca en la tristeza.

La tristeza le sobrecoge, agarrota sus dedos y enjaula la voz. Su hondura constriñe alma y neuronas, su holgura entiniebla el papel y solidifica la tinta.

El poeta aguarda horas, a veces años, en dotar de  música y palabra al  revés que lo fulminó; a esa vendimia de aguijones que fue su derrota.
Lentamente, a oscuras, la intensa tristura va madurando, va alejándose del núcleo, va librándose del polvo y se esponja hasta emerger desde la silente bodega del poeta.

Cuando se halla en el eje de la angustia, ensombrecido por sus tinieblas, oscurecido, el poeta es marioneta inútil para el verbo. Labriego incapaz de sembrar letras, de ensamblar palabras, de acoyuntar verbos hasta enracimar un poema que ofrende luz y candor al dolor que, carne adentro, sangre adentro, padeció. 

El poeta escribe de tristezas, pero nunca en la tristeza.
Trini Reina/Abril 2017
Obra de Christopher Thompson.

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