El viento, que
azuza las ventanas.
El gris celaje
subido de tono.
El silencio de
pájaros en el árbol.
Las voces apagadas
del vecino
y el resonar del
ascensor.
Todo gira
aplastando
este caparazón mío
de indolencia
habilitado.
La luz, que se
desarma y sucumbe
ante la gravedad
de mis párpados.
El frío terrible
que excava mis huesos.
La solitud
establecida.
La melancolía
acostumbrada.
La fiebre, el
runrún, los relojes,
los alegres signos
que me soslayan;
las palabras que,
en otra coyuntura,
me alentarían.
La tarde, que
regresa a su muerte.
Obra de Gianni
Strino
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