Caen semanas sobre septiembre
y se arrodilla mi respiro.
El lunes siete se disfrazó de
trece
y dos martes lucharon por el
mismo traje.
Varias auroras emularon
crepúsculos
-no precisamente anaranjados-
y algunos ocasos se explayaron
a descompás.
El miércoles enmudecieron los jilgueros
y un sábado perturbado el
jazmín con velo se cubrió.
Antesdeayer, la luna, sin
aviso, se atavió de harapos
y hoy los minutos parecen
caracoles
encrespados y flemáticos.
Para acrecentar contrariedades,
el termómetro no se ha
percatado de que arribó el otoño,
y continúa ensayando estíos
con el lógico tumulto para el
cuerpo.
La compasión es merced de las
noches,
cuando septiembre, a pleno
ensueño,
restituye mi alma al equilibrio.
Obra de Leonid Afremov
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