Soliviantado, mi cuerpo reclama
sosiego de otro cuerpo generoso,
que serene este anhelo misterioso
que oprimirlo bajo su yugo clama.
Ningún sentido atiende tal proclama,
y en soledad este ser candoroso
atesora en alma y corazón: gozo,
aguardando que se escarche la llama.
Acullá de mi pecho y mis entrañas
a los rotos límites del olvido
¡huye desaire! arrastra tus guadañas,
otorga paz al deseo extenuado
que, de cederse sin ser asistido,
en la piel yace triste y subyugado.
©Trini
Reina/Lunes 11 de febrero 2008
Obra de Daniel F. Gerhartzu
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