Tras las luces del baile, la noche
ennegreció los contornos del hotel.
Desafiando hora y frío, la chica de la máscara se lanzó a la piscina y,
festiva, comenzó a nadar.
No tuve elección; su desaire me
mordía como al aire la guadaña.
Fruncí mi odio y fui tras ella. Su
último suspiro fue mi dulce medicina. Ahora era una estrella apagada dentro del
agua.
Sobre la hierba abandoné mi
disfraz de ángel. La madrugada confundió mis huellas con el barro.
©Trini Reina/2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.