La negra boca de su alcoba
bosteza fantasmas y
escalofríos.
Pálpitos erráticos
restallan sobre la entereza
y se vuelve dolor el aire.
Fuera, la aurora vomita
premuras y malvas.
Mi llamada aúlla al claror del
vacío
y una salina cuarteada
imposibilita el paraíso
de las lágrimas.
La conciencia es una
catástrofe,
y en el alma,
un dragón adelgaza sus astas
dispuesto a cornear la confianza.
Obra de Henri de Toulouse-Lautrec
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